Yamiri Rodríguez Madrid
Lo sucedido este fin de semana en
el Pueblo Mágico de Coatepec, se volvió noticia nacional; horrorizó a miles de
personas, pues a plena luz del día un hombre se paseó por una transitada
avenida con la cabeza de un hombre recién cercenada. Hay múltiples fotos y videos del macabro
hecho, así como versiones de lo sucedido.
Supuestamente, tras rendir declaración,
el sujeto confesó que el hoy occiso había abusado de él después de una
borrachera, por lo que en un ataque de ira lo decapitó. Hay también versiones de que en el
encuentro se consumieron cosas mucho más fuertes que el alcohol y que pudo
también haber sido una alucinación. Los
toxicológicos al agresor, así como al agredido, serán los que confirmen o
desechen todo lo que se dice por parte de quienes conocen al joven y a su
familia.
Si bien este hecho es inédito en
el pueblo mágico - ya en San Rafael años atrás se dio el caso de unos jóvenes
que desmembraron a su sujeto y se pusieron a jugar futbol con sus restos- nada
tiene que ver con la delincuencia organizada, pero sí con las crecientes
adicciones y con el riesgo de normalizar la violencia.
Debe ser un llamado de atención,
una alarma para la sociedad, de hacia dónde estamos avanzando y cómo se ha deteriorado
el tejido social, los valores. No vivimos en un videojuego como el GTA, donde
matas sin consecuencias, donde la gente revive después de una partida. Las drogas, sea marihuana, cocaína,
cristal o lo que sea que consumen, está cada vez al alcance de todos, sin
advertencias, sin pensar en el futuro, mucho menos en las implicaciones.
Muchos tuvieron la sangre de
grabar, de fotografiar la terrorífica caminata del hombre con el morral
sangrante y la cabeza; lejos de huir despavoridos, de alertar primero a las
autoridades, pues podía ser riesgoso para cualquier otra persona que por ahí
pasara caminando: hay una iglesia enfrente, un gimnasio, un lavado de autos, un
café.
No se trata de viralizar, de
ganar likes; se trata de vidas y de darnos cuenta de que, como sociedad, nos
estamos yendo al despeñadero. Una historia más de terror en la que no es la
autoridad la responsable, sino lo que sucede dentro del núcleo familiar. Ojalá y sirva de lección.
@YamiriRodriguez
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