Por Yamiri
Rodríguez Madrid
La semana
pasada, el Congreso de Veracruz aprobó que en los sitios públicos se coloque
señalética adaptada al sistema Braille, como medida incluyente para las personas
con discapacidad, especialmente las de discapacidad visual o ceguera. Se trata,
sin duda, de una medida de suma importancia, que ojalá y perdure y no sea
llamarada de petate, como ha sucedido con anterioridad.
Un ejemplo de
esto fueron los llamados semáforos pajaritos –esos que emitían un sonido
mientras podían pasar-. los cuales se colocaron en el centro de Xalapa para
ayudar a cruzar las calles a personas invidentes, pero la falta de continuidad
y de mantenimiento, hizo que fueran programa de una sola administración, por lo
que después de un tiempo se retiraron y la inversión se perdió.
Lo cierto es que,
en comparación con otras entidades, vamos muy atrás en contar con ciudades
incluyentes en Veracruz: en el centro histórico de Puebla hay en las banquetas
guías para los bastones, lo que aquí jamás se ha planteado.
Muchas oficinas
y ayuntamientos veracruzanos ya no quisieron invertir para adecuar sus
instalaciones con rampas y elevadores; solo un puñado lo hizo.
Y ni que decir
en la incorporación de la tecnología en las ciudades, pues en Querétaro, hay
desfibriladores en los espacios públicos, para agilizar la atención médica para
quienes sufren un infarto, en ciudades tan congestionadas.
En México, según
el estudio de Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), de acuerdo
con los datos de la Encuesta Nacional de la Dinámica Demográfica (Enadid) 2014,
asisten a la escuela 40.4 por ciento de los hombres de entre 3 y 29 años de
edad con discapacidad visual y 50.6 por ciento de las mujeres con esa misma
discapacidad. En Veracruz se calcula que un 10 por ciento de la población sufre
algún tipo de discapacidad, pero su inclusión se queda en el puro discurso.
@YamiriRodriguez
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