Por Yamiri Rodríguez
Madrid
¿Alguna vez se
han preguntado cuántos libros podríamos leer durante toda nuestra vida?
Una mujer en
Escocia, hace casi una década, leyó, según documentó la biblioteca de su
ciudad, 25 mil de los 350 mil libros que disponían; algo así como 12 ejemplares
por semana de 1946 al 2009. Una cifra paradójica en un país como el nuestro,
donde el promedio es de apenas 1 libro anual.
Lo anterior lo
traigo a colación este lunes, entre contrastes, se
celebró el Día Nacional de la Lectura, en el marco del natalicio de Sor Juan Inés
de la Cruz.
Por un lado, el Ayuntamiento
de Xalapa, una vez más, en medio de la polémica, por prohibir que libreros
montaran su feria, como si en este país pudiéramos presumir que somos ávidos
lectores. Por el otro, se aplaude el esfuerzo del PRI de dejar la grilla de
lado y poner a disposición del público en general un módulo de libros.
Y es que nuestra
escases de lectura tiene una misma malformación y se ramifica en la misma serie
de problemas. Empecemos por el hecho de que, en la gran mayoría de los hogares
mexicanos, esperamos que sea en las aulas donde a las niñas y niños se le
inculque el hábito de la lectura.
Si no tomamos un
libro más que para calzar una mesa, es difícil exigirle a un menor que haga lo
mismo. Si nuestros 30 minutos de lectura diaria son el Facebook o el TV Notas,
no nos digamos sorprendidos cuando los más pequeños repliquen nuestro ejemplo.
El alto costo de
los libros es también un motivo que desincentiva la lectura. 400 pesos por un libro pueden significar los
pasajes de una quincena, medio tanque de gasolina o el pago del teléfono. En el
comparativo, la lectura sale, casi siempre, perdiendo.
Y no leer ha
traído consigo la desaparición de muchas casas editoriales como Trillas o
Planeta y, por ende, de fuentes de empleo.
Hoy los vendedores de casa en casa, de Enciclopedias Salvat, Larousse y
Readers Digest en abonos, son una especie en peligro de extinción.
Quienes tenemos
40 años y más, sabemos bien lo importante que era hace más de tres décadas tener
una buena enciclopedia en casa, o por lo menos un diccionario, cuando la tarea
era investigar el significado de las palabras o un suceso de la historia.
Si no había en
casa, había que ir a la biblioteca de la escuela o de la casa, hurgar en el fichero
el estante dónde se ubicaba y si se podía, llevar a préstamos a casa. Hoy con el Rincón del Vago, Wikipedia y
Tareas.com, eso se ha perdido.
Hay que dejar
que Torcuato Luca de Tena nos ponga una camisa de fuerza con Los Renglones
Torcidos de Dios; cabalgar en la pluma de Miguel Cervantes de Saavedra detrás
del Quijote y Sancho Panza; sentir el frío viento de la Cumbres Borrascosas de
Emily Brontë, viajar a Macondo con el realismo mágico de Gabriel García
Márquez, que volver al pasado con Enrique Serna Rodríguez y el Seductor de la Patria;
que adentrarse a las entrañas de la política mexicana con Luis Spota.
Nuestro nivel de
lectura se refleja en nuestra manera de hablar, en nuestra capacidad de
sostener una conversación. Por la lectura, todo esfuerzo es significativo: los
círculos de lectura, el cuenta cuentos, las ferias de libros, de ahí también
que se reprueba cerrar el paso a cualquier esfuerzo como sucedió, una vez más,
en lo que antes fue la Atenas Veracruzana.
@YamiriRodríguez
No hay comentarios:
Publicar un comentario