Por Yamiri Rodríguez Madrid
Hace unos días, la Secretaría de
Gobernación (Segob) hizo un llamado a las y los ministros de culto de las
diversas iglesias, agrupaciones y asociaciones religiosas de México para que,
durante el actual proceso electoral que se realiza en el país, se conduzcan con
estricto apego a la ley, eviten convertir un acto religioso en uno de carácter
político y se abstengan de realizar proselitismo político.
Lo anterior hace recordar que, desde el
texto original de la Constitución del 5 de febrero de 1917, se señala en el
artículo 130 que los ministros de los cultos nunca podrán, en reunión pública o
privada constituida en junta, ni en actos del culto o de propaganda religiosa,
hacer crítica de las leyes fundamentales del país, de las autoridades en
particular, o en general del Gobierno y no tienen derecho para asociarse con
fines políticos.
Sin embargo, en cada proceso vemos a
iglesias mucho más críticas, muy interesadas en hacer reflexionar a los
ciudadanos sobre la importancia de votar y los temas que están en la agenda
nacional. Este fin de semana, por ejemplo,
la Arquidiócesis de Xalapa lanzó un duro comunicado en el que no solo les recuerdan
a las y los candidatos que tienen la oportunidad de dignificar la política,
sino que sentencia que sería una tragedia social que a quien se le da la
confianza de gobernar o de legislar sea rehén de compromisos de grupos o de
partidos, se preste a la corrupción o sea simplemente un títere manejado por
intereses extraño.
Se refirió a los políticos chapulines, de
esos que pululan en Veracruz y que son parte ya del ornato electoral y pide a
los feligreses, al electorado, no dejarse corromper.
Más allá de los credos, a nadie de los que
está en la contienda, le caería mal darles una leída a estas reflexiones de la
Arquidiócesis, una de las más participativas y críticas de todo el país.
Al final, más allá del 130, esto es como
el dicho de que al que le quede el saco, que se lo ponga.
@YamiriRodriguez
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