Yamiri Rodríguez Madrid
El pasado viernes 24 de junio, cuando me
dirigía a mi casa, me incorporé de la Central de Abastos a Lázaro Cárdenas. Tomé
con calma el carril izquierdo -pues cosa rara a las 14:30 en Xalapa, no había
prácticamente nada de tráfico-, para esperar el semáforo que permite el retorno
hacia La Pradera o bien para tomar la carretera hacia el Puerto de Veracruz.
Como ese semáforo dura solo pocos segundos, habíamos varios conductores
esperando pasar, pues un carril es para retornar y el otro, el de la derecha,
para los coches que van a Las Trancas y que salen a un costado de la iglesia.
Estábamos esperando el cambio de semáforo
cuando viene una patrulla (camioneta) a alta velocidad, aunque no iba a ningún
servicio porque venía con la torreta apagada y, al parecer, habían salido del
puesto de vigilancia que está junto en el entronque para entrar hacia la Central
-de Abastos y los moteles. Sin
importarle al policía-conductor que estábamos formados, se metió por la izquierda
y nos saltó a todos para retornar a Veracruz.
Al atajarme el paso, toqué el claxon y
entonces el policía troglodita sacó su brazo izquierdo por la ventanilla y me
mostró el dedo cordial, el de en medio, me hizo pues una seña obscena por sólo haber
tocado el claxon.
Por ser justo la vuelta, por ir manejando,
y porque se alejó con esa brusquedad, ni tiempo me dio de tomar el número de la
destartalada patrulla que, infiero, iba hacia la Academia del Lencero, pues
hacia allá se enfiló.
Nunca he puesto en mis coches nada alusivo
a la prensa; soy enemiga de esto; me insultó simplemente porque quiso y pudo.
Si así manejan, sin respetar las normas de tránsito y a la gente, porque traen
una unidad rotulada y un uniforme, imagínese lo que elementos de la Secretaría
de Seguridad Pública (SSP) pueden hacer con un arma.
Lejos de infundirnos respeto, confianza,
los policías estatales veracruzanos dan miedo.
Un elemento que es capaz de insultar a un ciudadano o ciudadana, es el
mismo que cuando está franco se emborracha y golpea a la mujer y a los hijos;
el que echa bala en su calle y cuidadito alguno de los vecinos le reclama; es
el mismo que es capaz de desaparecer a una persona, como han acusado las madres
y padres de desaparecidos en Veracruz o que forma parte de una banda
delincuencial.
Estoy consciente que es imposible que el
secretario de Seguridad Pública, Hugo Gutiérrez Maldonado, sepa lo que cada
elemento hace o deja de hacer; pero la conducta de sujetos como este, gandallas
y soeces, demuestran que hay mano laxa en la corporación; que mentar madres,
echar lámina a un ciudadano -que dicho sea de paso es el que paga su sueldo
porque el gobierno del estado solo administra los recursos de las y los veracruzanos-,
portando el uniforme, no tiene ninguna repercusión.
Conductas así son muy recurrentes. He visto las patrullas de la SSP pararse en
hora pico, en un carril de 20 de noviembre, para bajarse a comprar plátanos: lo
hacen porque quieren, porque pueden y porque nadie les dice nada.
He visto a elementos en las patrullas de
la SSP portando mal sus armas. Van
apuntando a los coches en los que van familias, simplemente hombres y mujeres a
los que les da temor que en uno de los múltiples baches que hay en la ciudad,
se les salga un tiro. Bueno, hasta han golpeado comunicadores y destruido
equipo, en el priismo, en el panismo y en el morenismo.
Construir o reconstruir la imagen de los
policías, en un país y en un estado tan violentos, es sumamente complejo; toma
años, pero con actitudes como el de este elemento, que me dijeron en la SSP
iban a informar al área competente, terminan por consolidar que, si se topa uno
con un policía, es mejor cortarles vuelta.
Una pena por los pocos elementos que sí son comprometidos y decentes. Al
final, no se dice el elemento x o y es barbaján y prepotente: es la policía del
gobernador morenista Cuitláhuac García Jiménez.
@YamiriRodriguez
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