jueves, 10 de abril de 2014

Uribe y Azueta, más que nombres de escuelas

Por Yamiri Rodríguez Madrid
 
El próximo 21 de abril, los veracruzanos conmemoran el primer centenario de la Defensa Heroica del Puerto de Veracruz.  Para recordar la gesta, el Presidente de la República, Enrique Peña Nieto, estará de nueva cuenta en nuestro estado, además de que habrá sesión solemne y la develación, en letras de oro, de los nombres de los héroes que nos dieron patria.
Desafortunadamente, la gran mayoría de los casi 8 millones de personas que habitamos en este territorio, desconocen qué fue lo que pasó el 21 de abril de 1914, mucho menos saben quienes fueron Virgilio Uribe o José y Manuel Azueta.
Indagando más sobre la vida de estos militares, topé con otros marinos que dieron la vida, aportaron de manera inigualable a la construcción de este estado y país, y que, al igual que Uribe y los Azueta, corrieron la misma suerte de ser prácticamente olvidados por el groso de la población, salvo alguna calle o escuela que lleva su nombre.
Ahí está el caso del capitán de navío, Hilario Rodríguez Malpica Sáliva. Nacido en Coatzacoalcos, este militar falleció en junio de 1914, en el enfrentamiento entre los cañoneros Tampico –del cual era capitán-, y Guerrero.  Al verse vulnerable al enemigo, ordenó abrir las válvulas y hundir la embarcación para posteriormente, suicidarse.  En el cementerio de la ciudad, la tripulación del Guerrero adquirió una fosa a perpetuidad para depositar sus restos.
Aunque poco recordado, el comodoro Carlos Castillo Bretón Barrero, fue participe de la Segunda Intervención Norteamericana, al lado de su amigo Virgilio Uribe.
Si nos remontamos en el tiempo, el chileno Eugenio Cortés y Asúa fue, en 1824, el encargado de formar una escuela náutica en Tlacotalpan, para preparar a los oficiales que debían tripular los barcos de la escuadra naval.
Y así un gran número de personajes que forjaron su vida en el ámbito militar, en defensa de estas tierras, sin que hoy reciban gloria.
El dato cultural: el cadete José Virgilio Uribe Robles falleció, a sus 18 años, en la Escuela Naval Militar a consecuencia del fuego invasor.  Mientras disparaba al enemigo quedó sin balas y recibió una bala en el rostro.
El teniente Luis Felipe José Azueta Abad, nacido en Acapulco, dio también su vida para evitar la invasión estadounidense.  Las crónicas asentadas hoy en día en la Asociación de la Heroica Escuela Naval Militar citan que el joven se hizo de una ametralladora a la que bautizó como “mi flaca”, que había quedado abandonada en la esquina de las calles Landero y Cos y Esteban Morales, después de que las tropas federales se retiraron. Al tomar tan importante decisión expresó las siguientes palabras: “Allí está mi padre (señalando a la escuela) y aquí debo quedar yo”. Desde ese lugar comenzó a disparar en contra del enemigo desde una posición vulnerable por quedar al descubierto. Murió a consecuencia de las heridas.
Y el comodoro Manuel Azueta Perillos, oriundo de Pueblo Viejo, hijo único de un militar liberal, surcó los mares para estar en Filipinas, España, y otros países del Mediterráneo.  Aunque su hijo José perdió la vida en la gesta, el también profesor de la Escuela Naval estoico siguió luchando.  Falleció, con el mal de Parkinson, en 1928.
Los restos de los tres héroes fueron exhumados el pasado 2 de febrero, como parte de los actos conmemorativos al Centenario de la Gesta Heroica del 21 de abril de 1914, siendo trasladados a la sala de héroes de su alma mater: la Heroica Escuela Naval Militar. Ahora tocará escribir sus nombres en letras de oro.
@YamiriRodríguez

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