Por Yamiri Rodríguez Madrid
Muy fácilmente nos indignamos por lo que
nos llega en redes sociales, lo que puede suceder a miles de kilómetros de
nuestros hogares; hasta estamos dispuestos a firmar una petición para sumarnos
al rechazo por x o y acción, pero pocas veces reflexionamos la clase de
sociedad en la que los veracruzanos nos hemos convertido.
La ola de violencia que tiene más de una
década azotándonos, nos ha hecho no solo insensibles, sino hasta bárbaros. La
muestra más reciente es lo acontecido en el sureño municipio de Soteapan donde
una mujer ya perdió a su pequeña de 5
años y el otro, de 7, se debate entre la
vida y la muerte porque alguien quiso envenenar a los perros y fueron los niños
los que cayeron en la trampa del pan mortal.
Primero hay que tener el corazón podrido
para intentar envenenar a un ser indefenso como lo es un animal; peor hay que
tener la mente para hacerlo sabiendo el riesgo de que en esa casa había niños.
Tristemente este caso será uno más de los
que a diario suceden en nuestro estado y que nada tienen que ver, de entrada,
con las autoridades. Quien asalta y abusa de una adulta mayor, quien comete pederastia,
quien asesina a una mujer no es por un tema de falta de políticas públicas, es
una descomposición social en la que crecimos, que se inculcó desde el hogar.
Lo que no podemos ni debemos es normalizarlo. Pasar por alto que envenenen a un perro o a
un gato, termina en el homicidio de dos pequeños. Dejar que le griten y jaloneen a una jovencita,
termina en feminicidio, celebrar una conducta violenta como sinónimo de
hombría, nos ha llevado, en un cúmulo de muchos factores, a que Veracruz sea uno
de los estados más violentos del país. Empecemos en casa por fomentar el
respeto, la tolerancia, los valores.
@YamiriRodriguez
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