lunes, 14 de febrero de 2011

El encuentro de dos mundos en el siglo XXI

Un hecho histórico la visita del Papa Benedicto XVI a Turquía (2006)


Por Yamiri Rodríguez Madrid.

El fin de diez siglos de distanciamiento entre las principales iglesias del mundo podría estar por acercarse. La reciente visita del Papa Benedicto XVI a tierras islámicas pudiera ser el precedente para terminar con la confrontación ideológica que a lo largo de cientos de siglos ha cobrado la vida de millones de personas.
Bajo este supuesto, dicen, está en puertas una reconciliación entre católicos y ortodoxos, entre católicos y musulmanes.

Si bien tras la muerte de su antecesor el Papa Juan Pablo II, pocos apostaban al papel que haría el Cardenal alemán Joseph Ratzinger, hoy, diecinueve meses después, podemos afirmar que ha apostado por la reforma de la Iglesia Católica.

Un Papa rezando en la Mezquita Azul, mirando hacia la Meca, desafiando la ira de los grupos radicales musulmanes, los cuales sólo tres meses atrás se sintieron ofendidos por su discurso pronunciado en Ratisbona, es la señal apocalíptica para la Iglesia fundada por San Pedro que conocemos hasta nuestros tiempos.

¿Islamismo sinónimo de violencia?
La visita a Turquía que a finales del pasado mes de noviembre realizara el Papa Benedicto XVI volcó con mayor interés a los medios de comunicación. El simple hecho de que el máximo jerarca católico pisara tierras musulmanas era noticia; pero las ‘ocho columnas’, como se dice en el argot periodístico, eran las amenazas de un posible atentado contra el religioso dadas las declaraciones vertidas sólo tres meses atrás que provocaron la ira de los grupos más radicales del islamismo.

Sólo por contextualizar, el 12 de septiembre el Papa visitó su natal Alemania. En la Universidad de Ratisbona el religioso pronunció un discurso que, para muchos de los integrantes del pueblo musulmán, fue interpretado como que la violencia estaba implícitamente relacionada con el Islam y por ende, con Mahoma.

Este hecho provocó una ola de protestas, las cuales incluso llegaron a revelar la intención de cometer un atentado terrorista contra su persona, por parte de los grupos más radicales de esta religión.

Cuando se dio a conocer que el quinto viaje de Benedicto XVI fuera de Europa sería a Turquía, las reacciones se recrudecieron y algunos incluso opinaban que sería más un acto de provocación de que humildad el efectuar la visita.

Horas antes de su arribo a la Mezquita Azul, en la zona de Santa Sofía, los “Lobos Grises”, un grupo de ideología ultraislámica y nacionalista, habían anunciado manifestaciones; si bien cerca de la Universidad un centenar de jóvenes se manifestó, este movimiento careció de importancia pues fueron dispersados por la Policía y apenas una decena de ellos fueron arrestados.

Empero, ésta fue fructífera no sólo por el saldo blanco, sino porque sentó el precedente de una reconciliación entre católicos y ortodoxos, entre católicos y musulmanes.

Más allá de su liderazgo religioso, Joseph Ratzinger mostró sus cualidades políticas: la primera intención del viaje era consolidar la unidad ecuménica con los ortodoxos de Bartolomeo I y concluyó con esta reapertura del diálogo con el rito bizantino y musulmán.

Asimismo, tal y como lo demostraron algunos diarios turcos al día siguiente de la histórica visita, logró entrar al corazón de un parte importante de la población de ese país islámico.

Crónica de un viaje.
El martes 28 de noviembre, el Papa Benedicto XVI llegó a Estambul donde fue recibido por el primer ministro de Turquía, Recep Tayyp Erdogan. La frase más contundente del religioso a su llegada fue: “La Islámica es una religión de amor y paz.”

Un día después, el miércoles 29, no sólo hondeó la bandera turca, sino que incluso habló su idioma durante la homilía que ofreció en la casa de la Virgen María en Efeso.

“Yo amo a los turcos” , incluso reiteró como una manera de disculparse por lo dicho en su prédica teológica de unos meses atrás.

Pero el 30 de noviembre de 2006 será la fecha que pasará a los anales de la historia pues ha sido calificada como el paso que el Vaticano dio para la reconciliación con el mundo musulmán.

“Benedicto XVI rezó en las más importante mezquita de Turquía como un musulmán frente al Mirab, el nicho que indica a los fieles islámicos la orientación de cara a la Meca. Un hecho sin precedentes en la historia de la Iglesia Católica” , escribieron diversos medios de comunicación de cobertura internacional.

Y es que se trató de la primera visita en que un pontífice católico oró en el rito musulmán, pues si bien el Papa Juan Pablo II cinco años antes, en el 2001, como parte de un recorrido por Siria, visitó la Gran Mezquita de Damasco y rezó ahí, fue al estilo cristiano, frente a la tumba de San Juan Bautista, a quien el catolicismo considera como el apóstol favorito de Jesucristo y otros, su maestro.

Quienes estuvieron presentes en la visita a la Mesquita Azul narraron que el Papa se descalzó para colocarse las babuchas blancas sobre los calcetines. Durante unos minutos el Jefe de la Iglesia Católica oró de pie, en silencio, mirando hacia el Mirab, que indica la Meca, con los brazos cruzados sobre el vientre.

En su oración fue acompañado de el Gran Mufti de Estambul, Mustafá Cagrici, y el Imán de la Mezquita. Tras la oración el Imán le mostró los libros de la oración y fue entonces cuando Benedicto XVI los invitó a orar por la paz: apoyando su mano izquierda sobre la derecha en la que lleva el anillo del Pescador (de almas), apenas y movió los labios sin hacer los gestos de la oración cristiana.

Al salir de la mezquita acompañado de los prelados, Joseph Ratzinger le dirigió una frase contundente al Gran Mufti de Estambul: “Esta visita nos ayudará a encontrar juntos los modos y los caminos de la paz por el bien de la humanidad (…) Nunca olvidaré esta visita. Gracias por el momento de la oración”.

Pero hay mas: en el Libro de Oro de la Mezquita el Papa Benedicto XVI firmó: “En nuestra diversidad estamos de frente a la fe del único Dios. ¡Que Dios nos ilumine y nos haga encontrar el camino del amor y de la paz”.
Más allá del gesto de arrepentimiento, la oración elevada por el Papa fue una señal, para muchos, de la corriente super reformista que está dispuesto ha llevar a cabo.

Obviamente esto tuvo reacciones al interior del Vaticano. Sólo unas horas después el Vocero de la Santa Sede, el padre Federico Lombarda intentó aclarar que lo sucedido en Estambul fue una oración del Papa que sin duda se dirigió a Dios.

“Hubo una íntima oración personal, aunque no hubo ningún rezo como con manifestaciones externas de la fe cristiana”.

Pero otro acto también significativo en esta posible reconciliación fue su participación en la Divina Liturgia, la misa con rito bizantino que ofició el patriarca ecuménico ortodoxo Bartolomeo I.

Las declaraciones conjuntas que hicieran los líderes religiosos son de suma importancia dado que con estas sellaron un compromiso por el diálogo, a la vez que hicieron un llamado a los creyentes a la defensa por la libertad religiosa y de los valores cristianos.

“De frente al proceso de secularización que afecta al mundo contemporáneo, somos llamados, junto con todas las otras comunidades cristianas, a renovar la coincidencia de Europa acerca de sus propias raíces, tradiciones y valores cristianos”.

Tras hacer fervientes votos para llegar a la anhelada unidad entre católicos y ortodoxos, divididos desde hace más de mil años, Benedicto XVI y Bartolomeo I pidieron por la libertad religiosa y rechazaron enérgicamente el uso de la violencia en el nombre de Dios.

Más allá de las palabras, el gesto más contundente fue la imagen de los dos religiosos asomados al balcón del patriarcado, saludando con un brazo levantado y las manos tomadas, bajo una lluvia de aplausos de los fieles de ambas ideologías.

ENTRE LÍNEAS.
De acuerdo con información publicada en el Hurriet , los turcos siguieron asombrados al Papa que entró en la enorme y cercana mezquita azul, y tras la oración, en muchas casas se oyeron aplausos. De manera inmediata en su edición electrónica desplegó un gran titular con una foto en la que se veía al Papa rezando frente al Mirab “como un musulmán”, imágenes que dieron la vuelta al mundo en sólo unos minutos.

Una nueva página en la historia mundial acababa de ser escrita, una nueva hoja que puede llegar a cambiar el orden internacional.

Sin embargo antes de continuar vale la pena rememorar que a finales de la década de los 80’s, el entonces prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, durante un encuentro interreligioso celebrado en Asís (Italia) se opuso al rezo común con los musulmanes.

En agosto del 2004, siendo aún Cardenal, Joseph Ratzinger se pronunció en contra del ingreso de Turquía a la UE por considerar que dado el número de población musulmana con el que cuenta, nada tenía que ver con la cultura europea, mucho menos con las raíces del cristianismo.

¿Qué motivó el radical cambio entonces? Las hipótesis pueden ser muchas, y una referencia obligada es el teólogo Hans Kung. En el 2005, tras la muerte de Juan Pablo II, en un escrito denominado “Las Contradicciones de Juan Pablo II” , calificó su mandato como antireformista e incluso le achacó la crisis de credibilidad en la que por años ha estado sumida la Iglesia.

Según lo expuesto por el alemán muchos se han resignado o incluso se han apartado, por la frustración que les provoca una jerarquía encerrada en sí misma. Como consecuencia, numerosas personas se enfrentan a una alternativa imposible: seguir las reglas o dejar la Iglesia.

Sólo podrá empezar a haber nuevas esperanzas –afirma Kung-, cuando las autoridades eclesiásticas de Roma y el episcopado cambien de rumbo y se dejen guiar por la brújula del evangelio.

“Al Papa le gustaba que le considerasen el representante del movimiento ecuménico. Sin embargo, ha intervenido mucho en las relaciones del Vaticano con las iglesias ortodoxas y reformadas, y se ha negado a reconocer ni a sus cargos eclesiásticos ni sus servicios.

El Papa habría podido hacer caso de los consejos de varias comisiones ecuménicas de estudio y haber seguido la costumbre de muchos párrocos locales, que reconocen los cargos y los servicios de las iglesias no católicas y permiten la hospitalidad eucarística.

También habría podido moderar el empeño del Vaticano en conservar un poder excesivo y medieval sobre las iglesias orientales y reformadas, tanto en cuestión de doctrina como en la dirección de la Iglesia, y habría podido acabar con la política vaticana de enviar obispos católicos a regiones en las que predomina la Iglesia ortodoxa rusa.

El Papa habría podido hacer todo eso, pero Juan Pablo II no ha querido. Al contrario, ha querido conservar e incluso extender el aparato de poder de Roma.

Por eso ha recurrido a una duplicidad llena de hipocresía: la política de poder y prestigio de Roma se oculta tras unos discursos pretendidamente ecuménicos y unos gestos vacíos.

Consecuencia. El entendimiento ecuménico topó con una barrera después del concilio, y las relaciones con la Iglesia ortodoxa y las iglesias protestantes han sufrido una asfixia espantosa
El papado, como pasó en los siglos 11 y 16, ha demostrado ser el mayor obstáculo para la unidad entre las iglesias cristianas dentro de la libertad y la diversidad”.

Dicho lo anterior, podemos atrevernos a afirmar que Benedicto XVI, 19 meses después, ha comenzado a construir la historia de un nuevo papado, rompiendo todo viso, toda similitud con lo hecho por su antecesor, incluso pasando sobre sus propias creencias.

Aunado a esto, especialistas en el tema consideran que esta histórica visita incluyó también un trasfondo político de suma importancia: el espaldarazo del Vaticano para que Turquía ingrese a la Unión Europea.
Si bien es un país ubicado en Europa, por su ideología y condiciones económicas, es más identificado como un país de Medio Oriente.

De funcionar la estrategia iniciada por Joseph Ratzinger no sólo estaríamos en el umbral de una nueva relación entre las iglesias del mundo sino ante la prueba de que la Iglesia Católica mantiene su poderío ideológico y político por encima de todas las naciones.

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