miércoles, 2 de febrero de 2011

El Abogado de Dios

Desde hace más de 20 años el padre Rafael González ha dedicado su vida a un binomio imperfecto, como lo llama él: “hacer santos” y “deshacer” matrimonios.

Por Yamiri Rodríguez Madrid.

A los 15 años sabía lo que quería ser en la vida: abogado, aunque a ciencia cierta no pasaba por su mente que trabajaría con el presidente del más grande corporativo: Dios.

Sí, de la ayuda que le brindaba a su abuelo en Xico en una sección adjunta a una notaría, Rafael González Hernández se convirtió en el Vicario Judicial de la Arquidiócesis de Xalapa y también en el encargado de llevar la causa de canonización de monseñor Rafael Guizar y Valencia.

El llamado de Dios.
El padre Rafael González nació en el seno de una familia de clase media en el municipio de Xico. Su vida, hasta los 14 años, transcurrió como la de cualquier joven de su edad. Al terminar el bachillerato se iría a la universidad, pues estaba firmemente convencido que se convertiría en abogado.

Ocupaba sus horas libres en ayudar a su abuelo en las labores de la sección adjunta de una notaria de don Rafael Luengas y el licenciado Luis Espinosa Gorozpe, hasta que una tarde, llegó de visita al pueblo el padre Lino Larios, en una misión cotidiana para él: pescar almas que se dedicaran al servicio de Dios.

El promotor de vocaciones tuvo tino al dejar caer la red en Rafael González, pues aunque de primera instancia dudó si debía dejar a su familia y marcharse al Seminario Menor, hoy se convirtió en el hombre que durante 20 años luchó para que se santificara a Monseñor Rafael Guizar y Valencia.

“Me dijo si yo quería ir al Seminario y su presencia hizo que yo le dijera que sí, pero sin reflexionarlo. Una semana antes de que entrara yo a la Facultad volvió a aparecer el padre Lino que fue por mí para formalizar las cosas. Ahí me cayó el veinte y al darme cuenta de mi compromiso se me hizo cargo de conciencia decirle que no y me fui”.

Antes de ordenarse sacerdote, el 5 de abril de 1981, tuvo que pasar muchas pruebas, de adaptación, resistencia y de fe. Su padre no le daba más de una semana dentro del Seminario menor, por lo que el Padre Rafael se fijo el reto de permanecer un poco más. Pasó el primer año y no quiso abandonar la vida religiosa por temor a llegar a Xico vencido, por lo que así comenzó a tomarle gusto a sus clases de latín, francés, filosofía y griego.

“Año con año, conforme iba pasando me fui identificando con esto y fue Dios el que me fue llevando así porque por mí mismo no”.

Ya ordenado se fue como Vicario Operador a la Parroquia de San Miguel en Orizaba, la hoy Catedral de esa ciudad, en donde solo permaneció aproximadamente 18 meses pues el señor Arzobispo Sergio Obeso Rivera, le tenía preparada una encomienda que cambiaría todo el sentido de su vida, no sólo la sacerdotal, sino también la personal.

Sacerdote y abogado.
Ataviado con la beca blanca, recuerda que por un tiempo pensó que su anhelo de convertirse en abogado se había agotado, sin embargo la justicia divina se inclinó a su favor.

La llamada que recibió del Arzobispo era para notificarle que haría un postgrado en Derecho en la Universidad Pontificia Gregoriana en Roma, Italia.

“Y le dije un poco extrañado: sí señor y ¿qué quiere vuestra excelencia que estudie?, me dijo Derecho y cuando dijo eso se me vino así como en una película rápida todas mis aspiraciones (…) Luego le dije: Excelencia porqué me dice que Derecho? y me respondió que necesitaban a alguien que se prepare en esa línea para que ayude en el Arzobispado”.

Y aunque monseñor Sergio Obeso le dio un plazo de un día para que consultara la decisión con su familia, no fue necesario, ya que la respuesta fue inmediata.

Desde que tomó los votos el padre Rafael ha tenido diversas tareas al interior de la Arquidiócesis: ha sido párroco en la Iglesia de los Corazones, San Isidro y San José. Fue Rector del Seminario menor por ocho años, Vicario Judicial Adjunto al lado del padre Carlos Valiente y actualmente rector también de la Iglesia de la Divina Providencia.

Antes de la muerte del padre Carlos el padre Rafael González se quedó encargado de anular los matrimonios católicos, pero también, desde hace dos décadas se le dio la tarea que terminará este 15 de octubre: el hacerse cargo de la canonización de Monseñor Rafael Guizar y Valencia.

“Mi oficio sacerdotal se ha resumido ha estas dos cosas, en un binomio imperfecto: hacer santos y a desbaratar matrimonios, aunque una cosa no se lleve con la otra (…) Tengo años trabajando en esto y pido que el Señor me ayude a administrar correctamente la justicia como es debido”.

La misión más grande.
Desde hace ya muchos años, antes de la muerte del padre Carlos, el padre Rafael González ha sido el Vicario Judicial –el que se encarga de anular los matrimonios católicos-, pero también, desde hace dos décadas se le dio la tarea que terminará este 15 de octubre: el hacerse cargo de la canonización de Monseñor Rafael Guizar y Valencia.

El pasado primero de julio el Vaticano le dio la buena nueva a la Arquidiócesis de Xalapa, por lo que una etapa en la vida del padre Rafael está por concluir.

“No aspiro a nada mas dentro de la Iglesia más que a servirle a Dios como sacerdote imperfectamente porque soy humano. Si yo me muero mañana me muero tranquilo porque se que la canonización es el día 15, esa es la meta de mis aspiraciones”.

Ahora, tras la ardua jornada, el padre Rafael González le solicitará al Arzobispo Sergio Obeso que le permita retirarse un tiempo, a una iglesia o una capilla, para reflexionar en paz y soledad con Dios.

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