miércoles, 26 de enero de 2011

Características esenciales del sistema presidencial e influencias para su instauración en América Latina

Un férreo defensor del sistema presidencialista en el país, es el ex Rector de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Jorge Carpizo, quien a través de sus ensayos responde a las duras críticas en torno a las fallas de dicho régimen e incluso argumenta el porqué debe de continuar.
Al igual que en su artículo denominado Concepto de Democracia y Sistema de Gobierno en América Latina, en esta ocasión en Características Esenciales del Sistema Presidencial e influencias para su instauración en América Latina –ambos publicados en el Boletín Mexicano de Derecho Comparado de la UNAM-, el ex Secretario de Gobernación en el sexenio salinista incorpora un nuevo elemento a tomar en cuenta en esta discusión sobre un cambio de régimen: la democracia.
En una introducción muy básica es necesario hacer referencia a lo planteado por el ex Secretario de Gobernación en el sexenio salinista: las diferencias básicas entre el presidencialismo –sistema adoptado por México-, y el parlamentarismo. Para ello recurre a los planteamientos hechos por Maurice Duverger, Joseph LaPalombara, Paul Marie Gaudemet, Juan Linz y Arend Lijphart.
Y es que la suma de los contrastes hecha por los autores se pueden resumir dela siguiente manera: en el presidencialismo hay una clara división de poderes, el Presidente es elegido mediante el voto ciudadano, dicha figura cuenta además con el poder del veto, el plebiscito y el referéndum, además de que tiene facultades de nombramiento. Más a fondo, en el presidencialismo se registra una dualidad democrática y una rigidez en el sistema, en palabras del propio Linz.
Las discrepancias son más evidentes si las contrastamos con las características del parlamentarismo que el propio Carpizo McGregor esboza: en dicho sistema los miembros del Parlamento son también parte del Gabinete, estando este último integrado en su mayoría por los líderes de los partidos mayoritarios, además de que existe una correlación entre el Parlamento y el Gabinete. Aunado a lo anterior, una de las diferencias más notorias es que aquí se contemplan las figuras de Jefe de Estado y Jefe de Gobierno dentro del Ejecutivo, teniendo el primero una competencia protocolaria y el segundo, administrativa.
Habiendo hecho ésta breve y básica introducción, es necesario cuestionarse si México debe o no, hoy por hoy, cambiar de un sistema presidencialista a uno parlamentario. Aquí algunos pros y contras de caminar hacia ese sentido.
El primer elemento de estudio que se esboza es la estabilidad que un sistema, ya sea parlamentario o presidencial, proporciona a un Estado. Sobre esto, es necesario recalcar que si bien el parlamentarismo en Europa ha traído, a groso modo, años de estabilidad en dicho continente, en el caso específico de México, el presidencialismo también ha hecho lo propio.
Afirmo lo anterior ya que si bien las circunstancias de cada Estado son particulares y la implementación de un régimen no se puede dar cual receta de cocina, en México el presidencialismo ha logrado traer la subsistencia por casi 80 años, con sus altibajos, con sus críticas, pero de una manera mucha más eficiente que otros Estado latinoamericanos.
El propio autor menciona como fallos del presidencialismo latinoamericano, los golpes de estado, gobiernos autocráticos, dictatoriales así como los sociales, económicos y democráticos y contrasta la eficiencia con que ha crecido Europa. Empero –y haciendo la aclaración de que no podría hacer más extensiva la crítica hacia América Latina por no conocer a fondo la situación de cada Estado-, en México se han logrado cambios importantes en las últimas décadas como un cambio de partido en el poder, una composición en el Congreso de la Unión cada día más plural, y una mayor –pero no suficiente-, participación ciudadana.
Incluso, Nohlen esboza una idea fundamental para enarbolar la bandera del presidencialismo en Latinoamérica: las transiciones democráticas de los últimos años se han dado en el marco del presidencialismo. Ahí están Chile y México.
Otro punto a favor del presidencialismo, y que el propio Jorge Carpizo reconoce como tal, es que en dicho sistema "los controles operan mejor y con mayor eficacia que en uno parlamentario, porque en este último la mayoría legislativa cuida que el gabinete, que es parte de ella, subsista y no vaya a ser censurado, lo que traería consigo nuevas elecciones en las que no se tiene asegurada la mayoría parlamentaria. Por esta razón, un primer ministro se convierte en el más importante legislador" (Carpizo, Características Esenciales del Sistema Presidencial e Influencias para su Instauración en América Latina s.f.).
Tras lo anterior ¿es el parlamentarismo la solución a los problemas de América Latina?, la respuesta a mi juicio es negativa, ya que estos son más de raíz: son un fallo en quienes integran las instituciones. Y es que aún en el caso hipotético de que en los próximos diez años cambiáramos a un régimen parlamentarista o semipresidencialista, los mismos problemas continuarían aquejando a los habitantes de comunidades remotas de Tequila, Soteapan o Ilamatlán, incluidos dentro de los cien municipios más pobres del país, ya que lo que se requiere es eficientar los mecanismos y tener constancia en el desarrollo.
Sin embargo, la pregunta en sí refleja un problema de idiosincrasia de los pueblos latinoamericanos: el falso mesianismo o caudillismo, es decir, el creer que un nuevo gobierno en turno, un novel personaje en la silla presidencial traerá consigo una especie de “varita mágica” que soluciones todos los problemas en un abrir y cerrar de ojos.
Los contrastes entre el sistema presidencialista y el parlamentario, han sido esbozados en anteriores ocasiones por especialistas en la materia como Juan Linz, Arturo Valenzuela y, mismos que se encuentran sustentados en la división de poderes, las figuras que los representan –Jefe de Gobierno y Primer Ministro-, las facultades con las que cuentan –el veto por ejemplo-, el tiempo de duración de los gobiernos y la composición de los gabinetes, por mencionar algunas de estas diferencias básicas.
Habiendo analizado dichas divergencias entre ambos sistemas, se puede afirmar que ninguno de los dos regímenes –incluso aún establecidos en su forma más pura-, garantizan la estabilidad, el desarrollo y el éxito a un Estado: todo depende del momento y de las circunstancias.
En México, uno de los tropiezos que ha sufrido el presidencialismo se encuentra en la división de poderes, pero no de la manera en que la plantea Fredd. W. Riggs, Giovanni Sartori o Francisco Sánchez López, sino como lo hace el propio Carpizo McGregor: “El problema que ahora suele presentarse en los regímenes presidenciales es el contrario del que señala este autor (Riggs): la parálisis la sufre el Poder Ejecutivo en gobiernos divididos, aunque es asunto superable, y los casos empíricos lo comprueban a través de la negociación y la concertación políticas”. Ese es el caso específico de México desde el sexenio anterior.
Italia, Estado que se debate en pasar del parlamentarismo al presidencialismo, es un claro ejemplo de los vicios que también presenta ese sistema: corrupción, interferencia del titular del ejecutivo y muchos problemas sociales que combatir.
Pero sin duda alguna, otro de los elementos de estudio que resalta en este ensayo de Jorge Carpizo es el concepto de democracia. Según lo explica el autor, es "un fenómeno democrático y expansivo, es el método y la técnica que permite a los ciudadanos elegir a los dirigentes, quienes se encuentran controlados y responsabilizados en los marcos que señala el orden jurídico del país, con la finalidad de garantizar el goce de los derechos humanos. Es el sistema en el cual los gobernantes son electos periódicamente por los electores; el poder se encuentra distribuido entre varios órganos con competencias propias y con equilibrios y controles entre ellos, así como responsabilidades señaladas en la Constitución con el objeto de asegurar los derechos fundamentales que la propia Constitución reconoce directa o indirectamente", aunque comulgo más con la definición de "el gobierno del pueblo por el pueblo".
Y es que la democracia es hoy por hoy en México, el "arma" mediante la cual la sociedad puede o no reprobar a sus gobernantes. El Partido Revolucionario Institucional (PRI) es un claro ejemplo de esto: después de años en que su gobierno se vino a menos, la gente salió a las urnas a ejercer su voto por un partido que sí representaba en ese momento un cambio para ellos. Hoy el tricolor se dice renovado.
Seis años después el Partido Acción Nacional (PAN) temió correr la misma suerte en los pasados comicios del 2 de septiembre. En la actualidad se cuestiona la legitimidad de Felipe Calderón Hinojosa en las urnas.
De esta manera, y tomando en cuenta las 17 características que en materia de democracia indica Jorge Carpizo, considero que por lo menos en México esta ha comenzado a arraigarse: la participación ciudadana en las urnas se estima, en promedio, en 60 por ciento, hay una mayor transparencia y acceso a la información –siendo un gran avance la consolidación del Instituto Federal de Acceso a la Información (IFAI)-, además de que existe una pluralidad partidista en las cámaras.
Así, y a manera de conclusión, sólo basta mencionar en primer término que la implementación de determinado sistema es un Estado –sea parlamentarismo, presidencialismo o uno mixto-, no es como una receta de cocina que se sigue. En segundo punto, ambos regímenes presentan sus pros y sus contras, por lo que su adopción debe ser analizada desde las circunstancias particulares de cada país: lo que funcionó en Chile no tiene que hacerlo necesariamente en Paraguay, ni los errores de Venezuela tendrían porqué repetirse en México.
El llegar a un bipartidismo en el poder traería en una idiosincrasia como la mexicana, desde mi punto de vista, un mayor peso económico y burocrático para la ya de por si desgastada estructura gubernamental, es decir, una duplicidad de sueldos onerosos para funcionarios administrativos y de ornato en un país al cual lo ahoga precisamente su burocracia.
Darle un mayor peso al Congreso de la Unión –como lo ejemplifica Carpizo a través del jurista argentino Pedro Sagues (Carpizo, Características Esenciales del Sistema Presidencial e Influencias para su Instauración en América Latina s.f.)-, mediante la remoción del Jefe de Gobierno y su gabinete, podría ser un arma de dos filos aun y cuando esto fuera de manera restringida, sobre todo cuando en múltiples ocasiones ha quedado de manifiesto la falta de madurez política de quienes integran ambas cámaras en México: los intereses partidistas van por encima de los nacionales.
Si debemos o no cambiar de sistema de gobierno, es una cuestión que necesariamente tiene que ponerse sobre la mesa de discusión; empero, lo difícil que ha sido el concretar la llamada Reforma del Estado que requiere el país, hoy como Estado debemos caminar hacia una eficiencia en nuestro presidencialismo, en nuestras instituciones, aunque sea para avanzar con paso lento pero firme, hacia nuevos horizontes democráticos.

BibliografíaCarpizo, Jorge. «Características Esenciales del Sistema Presidencial e Influencias para su Instauración en América Latina.» Revista Jurídica Boletín Mexicano de Derecho Comparado.
Carpizo, Jorge. «Concepto de Democracia y Sistema de Gobierno en América Latina.» Boletín Mexicano de Derecho Comparado, mayo-agosto 2007: 325-384.

No hay comentarios: