lunes, 17 de enero de 2011

Poder y Prosperidad

Por Yamiri Rodríguez Madrid.

Introducción
Tan antigua como la existencia del hombre, es la ambición por el poder. En su búsqueda se han construido imperios y, otros más, han caído. En la mayoría de las veces, la prosperidad viene de la mano: es el binomio perfecto.
En contraparte, ese mismo poder que construye, es capaz de destruir, de fincar dictaduras en cualquier tipo de régimen, tal y como ha quedado de manifiesto en la historia reciente de los estados latinoamericanos.
Bajo esos principios, Nuria Hernández Nanclares y José Luis Pérez Rivero intentan explicar, a través de un ensayo publicado en la revista electrónica Laberinto , cómo se han superado dichas dictaduras, algunas con éxito y otras apenas cerrando ese capítulo gris.

Poder y prosperidad. La superación de las dictaduras comunistas y capitalistas.
Los especialistas antes mencionados parten de la idea de poder y prosperidad planteada por Marcun Olson, uno de los principales exponentes de las Ciencias Sociales y de la Economía.
Según lo señalan, en su libro La Lógica de la Acción Colectiva. Bienes Públicos y Teoría de los Grupos, el intelectual estipuló que los individuos racionales y egoístas no actuarán voluntariamente para alcanzar un bien que satisfaga algún tipo de interés común o de grupo, aunque todos saldrían ganando si lo hicieran (, 2001, pg. 1). La idea anterior se resume en una sola frase: la ambición por el poder.
En ese sentido, considero que este ha sido el fallo de muchos estados, el fracaso prematuro de grandes naciones pues, en múltiples ocasiones, ha quedado de manifiesto que pesa más el hambre por el poder que el interés común.
Nombres de líderes los hay muchos, y es que hay quienes consideran que el poder –sea mucho o poco-, llega a todos marear. Un caso concreto es el cubano, personificado en Fidel Castro.
Los años de idealismo que lo movieron a emprender una lucha por el mejoramiento de la isla caribeña, se quedaron atrás para sumir a su pueblo en una dictadura que parece no tener fin. Y es que tan lucrativo resulta el poder en la mayoría de los casos que ahora en Cuba la familia Castro pretende perpetuarlo de generación en generación: son los incentivos selectivos de los cuales hace mención Olson.
La misma idea se repite en el caso de los sindicatos mexicanos y los incentivos para la actuación. Por ser núcleos componentes de un Estado, las posiciones quedan más claras y estructuras, los movimientos son más evidentes y, por consecuencia, más aplaudibles o criticables.
Ahí está como ejemplo el liderazgo añejo del líder cetemista Fidel Velásquez o más recientemente el de la maestra Elba Esther Gordillo Morales, quien a través de la organización gremial más grande de América Latina, el Sindicato Nacional de Trabajadores al Servicio de la Educación (SNTE), ha logrado sus objetivos personales por un poder mucho más encumbrado que le permite ser participe de las piezas del ajedrez político a su favor.
Ahora bien, en lo que hace a su segunda obra de la cual se hace referencia –The Rise and Decline of the Nations-, Marcun Olson posiciona a la información como una de los bienes más preciados del colectivo.
Si bien se trata de un libro publicado en 1982, casi tres décadas después se sigue considerando que la información es poder, ya sea información financiera, política o de cualquier orden, y que quien la posee tiene la sartén por el mango, pues a través de esta puede conseguir muchos de sus objetivos.
Pero el poder tiene sus claroscuros. Una de las principales hipótesis de Olson es la referente al crecimiento económico de las naciones: “aquellas que ha eliminado los coaliciones distributivas mediante los gobiernos autoritarios o la ocupación extranjera crecerán relativamente más rápido después de que se establezca un marco legal libre y estable” (Olson, 1982, pg. 75).
De lo anterior un claro ejemplo es Chile y su pujante economía. Después de décadas de dictadura bajo el puño del general Augusto Pinochet, hoy dicho país sudamericano se ha consolidado como una de los estados líder cuya economía boyante viene pujando en los mercados internacionales.
Se trató, de una dictadura estable, que contrario al caso cubano, favoreció el crecimiento del Estado. Lo mismo sucedió en México durante el porfiriato, pues en los 30 años que estuvo en el poder dicho Presidente, la prosperidad y el crecimiento económico llegaron a la nación azteca. Tal crecimiento, a esa escala, no ha podido ser repetido en casi 80 años de “democracia”.
Si bien en el texto se mencionan los “milagros japonés y alemán” productos de la eliminación de la ocupación extranjera, prefiero referirme a casos latinoamericanos.
En lo que coincido con el autor original es en el hecho de que el poder económico se ve frenado por el tipo de instituciones que predomina en un Estado y los grupos de interés especial.
Aquí en México los partidos políticos son el botón de la muestra: años atrás, cuando surgieron los video escándalos, vimos al dirigente nacional del Partido Verde Ecologista de México (PVEM), Jorge Emilio González, haciendo “negocitos en los oscurito” y dejando de lado las preocupaciones ambientales, o bien, al señor Bejarano y a otros funcionarios del Gobierno del Distrito Federal contando lo que era para ellos...¿y el interés económico entonces? Definitivamente sucesos como este, que dan la vuelta al mundo, posicionan a México como un país corrupto y poco atractivo para las inversiones. Son una muestra de que como dice Olson, los problemas de los grupos de interés inducen sobre el dinamismo de las sociedades ( ,2001, pg.4).
Otras cartas están sobre la mesa, como por ejemplo el caso de Venezuela y su aún Presidente Constitucional Hugo Chávez, quien con la nacionalización que ha emprendido de la industria en ese país, ha traído la incertidumbre y frenado el desarrollo económico en su estado.
¿Vendrá un vertiginoso crecimiento o una esclerosis económica para los estados?, ¿dictadura o democracia?, a mi juicio, el rumbo que toma cada estado depende de los intereses de quienes están al mano y del cómo la propia sociedad funcione como un mecanismo regulador de dicho poder.

Conclusiones
Max Webber decía que el poder es la capacidad de imponer la voluntad de uno sobre los demás. A través de otros autores hemos podido constatar que hay diferentes tipos de poder y maneras de ejercerlo, siendo sus resultados a veces positivos y otras muchas más, negativos.
Más allá de los grupos estrechos o incluyentes de los cuales habla Olson, considero que es parte de la naturaleza humana actuar en la búsqueda de la satisfacción de un interés personal. Sin embargo, son los propios grupos los que en muchas ocasiones llegan a regular los liderazgos, ya sea acotándolos o engrandeciéndolos.
Sin ir más lejos en nuestro propio entorno, Xalapa, vemos que nuestros políticos son todos movidos por un interés personal o partidistas que por el bien común: ¿Cuántos diputados federales veracruzanos no hay que desde que ganaron no han regresado a su distrito, mucho menos a esas colonias marginadas a las cuales fueron a pedir el voto?
Desafortunadamente hemos sido testigos de que no sólo en México, sino también en muchos otros estados, los intereses personales pesarán siempre más que los colectivos, dándose estos ejemplos hasta en los más pequeños detalles: sacando la basura a la esquina del vecino porque en mi fachada se ve muy fea; si el cruce indica que el paso es 1 por uno intento ganarle al otro automovilista porque yo llevo más prisa o bien, como dice una frase desafortunadamente célebre: primero yo, después yo y a lo último yo.
Aunado a lo anterior, el desarrollo económico no se puede conseguir como una receta de cocina. El poder –creo yo-, es también una cuestión de educación, un sistema de vida como lo es la democracia.
Bien lo decía Thomas Hobbes: “el hombre es el lobo del hombre”.

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