martes, 29 de julio de 2008

Reportajes: Max Cerda, de pandillero a sociólogo...

La primera travesura de Max fue el haberse tomado el vino de consagrar cuando iba a ingresar de monaguillo a su iglesia de Nuestra Señora en la ciudad de Chicago. A los 10 años, en el vecindario de las calles Taylor y Loomis formó su propia pandilla: los Gatos Salvajes.
Hoy, con 46 años de edad y una condena de 18 años de prisión en su pasado, este hombre de origen mexicano se ha convertido en uno de los más importantes luchadores sociales de Illinois al intentar, a través de la organización social Cease Fire (Cese al Fuego, en español) retirar a los jóvenes de las calles.
Recientemente el ex líder pandillero y Federico Sicard, integrante del Departamento de Policía de los Ángeles y enlace con la Unidad Interpol, Bandas y División de Operaciones de Apoyo, estuvieron en la capital del estado dando cursos de capacitación a elementos de la Secretaría de Seguridad Pública (SSP) a fin de instruirlos en torno a la problemática de las pandillas no sólo en Estados Unidos o Latinoamérica, sino también en Europa.
Dada la importancia que el tema representa para México y también para Veracruz, la Revista Líder platicó en exclusiva con ambos personajes.

Una historia como pocas
El caso de Máximo Cerda es como pocos. Fue el tercero de cuatro hijos de un matrimonio de origen mexicano. Desde muy al principio pareció que Max no podía mantenerse alejado de sus problemas. Al haber sido expulsado siete escuelas formó su propia pandilla a la edad de 10 años, siendo el único requisito de ingreso el poseer una bicicleta: “Yo sentía que faltaba algo en mi vida”, confiesa.
A los 13 años se cambió a Humbolt Park, al lado norte de Chicago, siendo ya garrotero de una banda de mexicanos que protegían su territorio de otra pandilla de puertorriqueños. Cuando Max tenía 16 años, él y su mejor amigo fueron emboscados por sus rivales, pereciendo el otro joven en sus brazos, por lo que el día de su funeral juró vengarse. Su acción lo llevó a cumplir 18 años de una sentencia de 35 en prisión.
Siendo iletrado, Max fue reconocido por sus “hermanos” como un “soldado” competente y dedicado en la banda de la Prisión Statesville, por lo que tal “distinción” lo llevó mucho tiempo de permanencia en una celda de castigo solitario: el agujero. Allí, un viejo convicto bicicletero llamado Pops le enseñó a leer usando sus propias boletas disciplinarias lo que posteriormente, le permitió matricularse en la escuela de la prisión.
Se convirtió en un ávido lector de la historia y la cultura latina y así, a mediados de los 80’s, fundó la Coalición de Intercambio Cultural Latino (LCEC), misma que aglutinó solidariamente a las bandas latinas rivales por primera vez. La LCEC no sólo logró efectividad dentro del sistema de la prisión sino también en todas las comunidades latinas de los vecindarios de Chicago, a través de colaboradores fuera de la prisión.
Tras su liberación, Max ahora trabaja como Interruptor de Violencia en el vecindario de Albay Park, mitigando conflictos callejeros, previniendo represalias violentas, apoyando a personas víctimas y animando a los jóvenes a adoptar alternativas distintas a la furia, el odio y la venganza. Además de su participación en Cese al Fuego, Max cursa una maestría en Sociología.
“En las cárceles, ni aquí ni allá hay una verdadera readaptación social. Yo cambie porque así lo quise: viví una mala vida engañando a mucha gente, a mi propia madre y a mí mismo, y ahora, con el tiempo que me queda, quiero enmendar muchas cosas, tengo muchas cosas que cambiar aún, aunque sea una sola vida”.

México, el país sándwich
A mediados del mes de abril, el colombiano Federico Sicard, llegó a Xalapa para ofrecer una serie de charlas en torno a la problemática de las pandillas latinas, organizado por la Embajada Americana en nuestro país. Este personaje es detective en el Departamento de Policía de los Ángeles, California, enlace con la Unidad Interpol en la división Bandas y Operaciones de Apoyo así como cercano colaborador con embajadas y consulados para la localización y aprehensión de criminales extranjeros.
En el caso mexicano, el especialista citó al estado de Chiapas como el que mayor incidencia en delitos cometidos por las pandillas comete. Veracruz –dijo-, figura en la lista dada la presencia de los Mara Salvatruchas.
“Es un problema que ya creció demasiado. Es más dinero que el Gobierno tiene que invertir. De ahí la necesidad de exponer como comienza este mal y evitarlo, ya que la mayoría de las pandillas están integradas por jóvenes, por niños de hasta 9 o 10 años”, explicó tras recomendar a las autoridades y sociedad apoyar a las corporaciones policíacas y a las organizaciones dedicadas a prevenir el delito
Pero el problema radica –agregó- en la rapidez con que estos grupos delictivos tejen y amplían sus redes. De acuerdo con información de la Interpol, han encontrado Maras tanto en París como en Madrid.
“Ustedes aquí en México son parte del emparedado, por estar entre Centroamérica y los Estados Unidos. Desafortunadamente todos estos pandilleros de Honduras, El Salvador y Guatemala tratan de pasar hacia el norte, hacia Estados Unidos, pero haciendo sus fechorías”, abundó.
Tan sólo en Los Ángeles, California, indicó que se cometen en promedio 3 mil crímenes diarios a manos de estos grupos callejeros, mismos que en 90 por ciento están conformados por hispanos: mexicanos en su gran mayoría. Las hay también de origen armenio, chino, japonés y ruso.
Aunado a lo anterior, Federico Sicard advirtió que los carteles están utilizando a los pandilleros como “mensajeros del crimen”, específicamente en la frontera de Tijuana y San Diego.
“Los narcotraficantes del área de Tijuana están reclutando a pandilleros de San Diego para llevar a cabo sus crímenes, lo que agudiza el problema pues el pandillero es americano, al entrar a México no le piden sus papeles, lo que facilita sus accesos y salidas”.
Ante la presencia de un gran número de mexicanos en las pandillas estadounidense, el policía opinó: “Esto es como un cáncer que comienza como un punto pequeño: si no lo extirpas, te consume”.

Más allá de políticas públicas
De acuerdo con información de Cease Fire, durante el 2007, 443 homicidios fueron perpetrados en Chicago a cargo de las pandillas. Así, hay más de 400 víctimas de homicidio en dicha ciudad cada alo. La mayoría de las víctimas son menores de 30 años.
Así en el año 2000, nace esta organización civil dentro del esquema de prevención de violencia: en los hospitales locales sus trabajadores sociales ayudan a las víctimas de balaceras para prevenir venganzas y crear un plan positivo de una situación negativa.
“Hay padres que pierden hijos e hijas en la calle, por lo que trabajamos con ello llevando su mensaje a la comunidad en torno a su pérdida”, explica Max Cerda.
En el primer año de su implementación, Cese al Fuego logró reducir el número de balaceras en diferentes barrios hasta en 82 por ciento, como sucedió en W. Garfield Park y Logan Square.
¿Cuál ha sido la clave? El trabajo comunitario, la participación de la iglesia, la movilización de la comunidad, la educación pública y por supuesto, el papel de la policía.
“Este proyecto ha funcionado porqué quienes lo integramos somos ex pandilleros, ex prisiones, cuyos nombres aún se escuchan en las calles. Esto ha motivado que los jóvenes sepan quienes somos y pongan atención al mensaje de paz que les llevamos”.

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