miércoles, 13 de noviembre de 2013

Historias de veracruzanos más allá de las fronteras

 
Por Yamiri Rodríguez Madrid
 
Veracruz, es como la cerveza Corona: está presente en México y el mundo.  Al abordar un taxi con destino al Aeropuerto de la Ciudad de México, el conductor de la unidad me pide permiso para subir a otro pasajero, ya que la intensa lluvia que esa noche se registra, así como el tráfico habitual, ha demorado la llegada de más conductores.  
El otro pasajero sube al frente e, inmediatamente comienza a platicar que es cubano pero tiene ya algunos años radicando en Cardel.   El taxista  le responde que él tiene familia en Veracruz: su abuelo vive en Martínez de la Torre y tienen una casa familiar en la comunidad de Potrero Nuevo.
La charla entonces se torna al tema de la seguridad: cuando el conductor le pregunta a su copiloto cómo marchan ahora las cosas por Veracruz, con su peculiar acento, una gorra con lentejuelas y lentes oscuros a la nuca –pese a ser casi las 10 de la noche-, el cubano le responde que ahora que entraron los nuevos policías la situación se ha calmado por fin.
“Deberías de verlos.  Antes los policías estaban panzones y viejos, ahora los ves y si parecen de a de veras.  Tremendos hombrones que imponen más que un soldado.  Ahí en Cardel, dónde yo vivo, a cada rato entran los nuevos policías, ya todo se ha calmado”.
Entonces desde el asiento de atrás intervengo en la plática y rápidamente comienza a contarme la vez que se peleó en un bar,  cuando le dio una cachetada a un sujeto y después se arrepintió pues no sabía con quién trataba. 
“Yo la verdad en esas ondas no me meto, yo me dedico a cruzar gente a los Estados Unidos, sé que es un delito también, pero nadie los obliga a irse, y si a usted la agarra la migra, yo la vuelvo a cruzar por el mismo precio que me pague”, menciona sin tapujos para luego preguntarme si no estoy interesada en irme al otro lado.
Me cuenta también cuántas personas cruzan, cómo son de crudas las historias de esos hombres y mujeres, mientras recuerda que ya va muy demorado para recoger a su amigo que ha volado de la India a China, de China a Tijuana y de la ciudad fronteriza al DF.  Después, supongo, viajarán a Veracruz.
Bajo yo primero que él, apresurada doy las buenas noches y por la ventana alcanza a decirme: “Que Dios me la bendiga señora”.
Unas horas después tomo el vuelo, junto con mis colegas, que nos llevará a Beijing, haciendo una escala en Vancouver, Canadá.  En los asientos contiguos, el F y E 20 van curiosamente otras dos veracruzanas que se han conocido en su espera en la Terminal 1.
La primera, de no más de 35 años, oriunda de Cosamaloapan.  La segunda, Montserrat, de Soledad de Doblado.  Van en el mismo vuelo con historias tan contrastantes.
Abierta y franca, como todos los veracruzanos, Perla Divier Rey, madre de dos hijos de 13 y 16 años, comienza a platicarme que es la primera vez que sube a un avión y va a Canadá.  Su marido trabaja en una granja desde el 2007 y únicamente se ven una vez al año.
La primera vez que el esposo viajó a este país del norte, fue a convocatoria del Servicio Nacional de Empleo (SNE).  Posteriormente, él se arregló con el patrón y tiene  ya 6 años trabajando en Calgary.
“Mi marido no quiere que nosotros nos vengamos para acá.  Tiene la añoranza de regresar a su tierra”, platica al tiempo que revela que en la modesta casa vive ella, los dos hijos y la cuñada con dos pequeños más, por lo que es necesario trabajar vendiendo lo que sea, en la camioneta que se compró con las remesas que envió el esposo, para completar el gasto.
Incluso, ya entrada en confianza, dice que cuando en el 2010 lo perdieron prácticamente todo por la crecida del río, el esposo envió un dinero extra no sólo para recomponer su casa, sino además la de un compañero que también anda por Canadá.  Es un hombre muy bueno.
Allá en Cosamaloapan el hombre se dedica a unas tierritas que ellos tienen, ganando apenas 120 pesos diarios para la manutención del hogar.  Acá en la granja los dólares no faltan, tan es así que alcanzó para pagar el boleto a Calgary, la estadía de un mes de su mujer, y el previo arreglo del cabello y las uñas, para que ninguna güera se lo quiera bajar.
Su compañera de asiento, egresada de Cirujana Dentista por la Universidad Veracruzana (UV), confiesa que es la segunda ocasión que viaja a Calgary (llegando a Vancouver aún les faltarán 90 minutos de vuelo).  Viene a aprender inglés.  En realidad, los 4 meses que estará son para estar con su novio, un canadiense que conoció hace tres años.
“Es la primera vez que lo veo sin  mis tías”, cuenta entre risas, ya con un poco más de experiencia en eso de lo engorroso que es llenar formularios en idiomas que apenas y pueden descifrar. Así comenzamos a charlar.
Estas son algunas de las miles de historias de veracruzanos más allá del terruño.
 
@YamiriRodriguez

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